domingo, 15 de enero de 2012

Séptima Crónica: Cien Horas Como Vendedor Ambulante

Autor: Alfredo Molano
Biografía: Bogotá. Sociólogo, escritor y periodista. Ha recorrido todo el país recogiendo el testimonio de los colombianos anónimos. Es columnista de El Espectador, colaborador de la revista SoHo y otras revistas nacionales. Ha publicado varios libros testimoniales entre los cuales se destacan Siguiendo el Corte, Desterrados y Aguas arriba.

Resumen: 
Es una verdad comprobada: una cosa es comprar en un semáforo un cigarrillo y otra venderlo.
Coger el cartón de cigarrillos, y meterme en el parche de los vendedores de semáforo fue un paso que di, irreversible. Los temores, sobre todo al ridículo, me atacaban sin concesión alguna. El "parche" de vendedores me miró primero con curiosidad y luego con suspicacia y me preguntaron "¿quien es usted?", me preguntó un vendedor la respuesta más fácil habría sido, un periodista, pero ella me hubiera cerrado la puerta que yo quería abrir: trabajar hombro a hombro con los "rebuscadores". Les respondí que yo tenía como ellos necesidad de ganarme la vida. La competencia en los semáforos es feroz. Es la ley del rebusque, impuesta por el desempleo.

Cualquier disculpa es útil para justificar los intereses de los comerciantes y el monopolio tributario.
Un compañero me dijo "solo se vende, si la gente ve el empeño".
Muchos vendedores han sido golpeados. En los buses venden de todo. Deduje que ese semáforo no me convenía y que era mejor buscar un puesto donde el anonimato estuviera garantizado. Todas las esquinas y semáforos de Bogotá parecen tener dueño o dueños.
La Alcaldía, respetando el espíritu y letra de la sentencia de la Corte Constitucional está proponiendo un acuerdo con los vendedores ambulantes basado en la reglamentación de espacios, horarios, productos.
Bogotá esta dividida en zonas de venta, cada una con sus dueños de sitio, con sus familias trabajadoras y con productos específicos.
EL BUS
Como en el semáforo, la decisión de vender pañuelos en los buses la tomé dando el primer paso. No fue sino mostrarle la "mercancía" al conductor y abordar por la puerta de atrás el vehículo. Sin darle más vueltas al asunto, mostré los pañuelos de cuatro hojas y dije, con un impropiedad "A quinientos pesitos, tres en mil".
Hay tres momentos peligrosísimos. Primero, el abordaje. Segundo, entrar con una cara de triunfante y ofrecer el producto. El tercer y último momento es la bajada. En buses y busetas venden de todo.
El estudio de la capacidad económica y de las ofertas que pueden interesar a los pasajeros de bus es muy detenido y, agregaría, profundo. Los vendedores venden y la gente compra de todo, menos mis pañuelos.
La imaginación de los rebuscadores es infinita En algunos semáforos, muchachos golpean las llantas con un garrote por doscientos pesos. En muchas avenidas de la ciudad, trabajan unos "informantes", que parados en la mitad de la vía le dan al chófer los datos exactos sobre la competencia en la misma ruta.

Vocabulario: 
  • Nácar: Sustancia blanca, dura y con irisaciones.
  • Anonimia: Que no lleva el nombre de su autor.
  • Detal: Cantidad de plata.
  • Lichigo: Verduras.

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